¿Crees que como sociedad tenemos miedo a pensar?
Creo que lo que tenemos es poca práctica. Nos pasamos la vida practicando duro para no pensar. El sistema educativo dominante, desde hace mucho tiempo, ha eliminado cualquier rastro de reflexión sobre lo que se está aprendiendo, especialmente en las edades más tempranas. Si llevamos toda la vida practicando la irreflexión, es difícil de repente empezar a pensar en profundidad en las cosas y es normal que dé no sólo miedo, sino también pereza.
Puede resultar más incómodo o más trabajoso pensar por uno mismo que aceptar una verdad dada o dejar que otros decidan por ti. Hay también una sensación de que no es práctico, incluso de que no es realista, ponerse a pensar. ¿Quién tiene tiempo para esas cosas? Como si pensar fuera prescindible.
Por otra parte, hay cierta tendencia a imaginar que si pensamos profunda y seriamente sobre la vida, descubriremos inevitablemente una realidad terrible y nos sumiremos en la desesperación o en el abismo. O que si no se tiene una respuesta clara, la sensación será inaguantable. ¿Pero no es preferible seguir pensando, que conformarse con una respuesta que en realidad no nos convence? ¡Qué idea tan tremenda la de que para ser medianamente felices, más vale ir por la vida sin pensarla!
Lo que nos debería aterrorizar es el miedo a pensar.
¿Cómo crees que se debería enseñar la filosofía en la escuela para que no sea concebida como algo complicado e inalcanzable?
Creo que lo fundamental es lograr generar esas circunstancias de asombro y perplejidad que dan lugar a las preguntas filosóficas para que las mismas preguntas broten en las mentes del alumnado. Se trata de provocar desestabilización, dudas sobre certezas previas, confusión que les fascine, que les lleve a querer indagar. En el momento en que la pregunta surja de ellos o al menos entiendan cómo surgió en la mente de otra persona, están enganchados y la cuestión ya está a su alcance.
¿Cuál es la mejor metodología para introducirla en la escuela?
Creo que poner énfasis en el carácter dialógico de la filosofía es deseable por muchos motivos, entre ellos, porque implica al alumnado en las cuestiones, de modo que no son meramente receptores o, en el mejor de los casos, analistas de ideas y argumentos ajenos, sino que son parte activa de la indagación.
También creo que es positivo alejarse de la regurgitación escrita y centrarse en el género del ensayo desde pequeños, donde, a partir de lecturas y análisis de textos de filósofos y de diálogos en el aula, se presente una tesis propia, debidamente argumentada.
También es interesante introducir otros géneros de escritura y arte, como relatos de ciencia ficción por ejemplo, para explorar determinadas preguntas filosóficos, o proyectos de “exposiciones para hacer pensar” a compañeros.
¿En qué consiste tu proyecto Wonder Ponder? ¿Qué objetivos persigue?
Es un proyecto de investigación de Filosofía visual para niños que combina una parte educativa, otra literaria y otra editorial. A partir de imágenes narrativas intrigantes y provocadoras, cada uno de nuestros títulos invita a reflexionar sobre un determinado tema desde muchos ángulos diferentes.
El trabajo que realizamos está basado en trabajo previo con niños y adultos de distintas edades, donde observamos y dialogamos con ellos para detectar algunas de las preguntas y temas que más atraen a los asistentes y probamos las imágenes para ver en qué medida despiertan una reflexión rica. Luego, hay un trabajo lento y arduo de edición en el que participamos yo, la ilustradora Daniela Martagón y la editora Raquel Martínez.
Wonder Ponder busca abrir espacios de reflexión y diálogo, donde podamos compartir nuestro “no saber” y construir posibles respuestas. Busca ofrecer oportunidades para pararse a pensar, en un mundo en el que nos paramos poco y a pensar, menos. Busca también hacer de la reflexión un proceso al mismo tiempo riguroso y juguetón y sobre todo, al que uno pueda habituarse.
¿Qué libro recomendarías a los padres para acercar la filosofía a sus hijos y para ellos?
Cualquier libro-juego de Wonder Ponder, ¡qué voy a decir yo!
Mundo cruel, para pensar sobre la crueldad, Yo, persona, para pensar sobre qué somos y quién somos, y Lo que tú quieras para pensar sobre la libertad.
Lo cierto es que cualquier ejemplo de buena literatura también puede usarse como trampolín para el diálogo. Aquí es importante huir de libros que contengan lecciones (no suelen dar para un diálogo muy rico) y buscar libros que dejen al lector con una pregunta en lugar de con un mensaje.
Cuándo eras pequeña, ¿qué querías ser de mayor?
Recuerdo que de muy pequeña quería ser arquitecta. Luego, de adolescente cambié a abogada (principalmente, lo confieso, debido a la influencia de la serie La Ley de Los Ángeles). Durante varios años, seguí contestando automáticamente que quería ser abogada, para quitarme de encima la pregunta. De hecho, casi casi estudié Derecho. Pero siempre agradeceré a mis padres que antes de solicitar plaza en la universidad, se sentaran conmigo y me hicieran dos preguntas muy sencillas: “¿pero a ti qué te interesa de verdad?, ¿qué te apasiona?”. Y lo tuve clarísimo: la filosofía.
Ellen Duthie (Cádiz, 1974) es autora, traductora, editora y profesora. Creadora del proyecto Wonder Ponder de Filosofía visual para niños y autora de los blogs “Lo leemos así», «Filosofía de cuento» y «Filosofía a la de tres». Su trabajo se centra en los campos de literatura infantil y filosofía para niños, a veces por separado pero normalmente revueltos.