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¿Cómo hacer para no dejar fuera a niños a los que les cuesta participar?

Ellen Duthie

Una de las preguntas que nos suelen hacer muchos mediadores cuando conocen Wonder Ponder se refiere a la dinámica del diálogo filosófico en el aula o en contextos educativos no formales y, más concretamente, a la participación.

¿Cómo hacer para no dejar fuera a niños a los que les cuesta participar? ¿Cómo integrarles en la comunidad de indagación, si no les gusta o les cuesta hablar delante de los demás? 

Es evidente que no hay una estrategia mágica para hacer que todos participen por igual. Dependerá del niño en cuestión, del grupo, del contexto, y de la familiaridad con el diálogo filosófico del grupo y del adulto que facilita el diálogo. 

Pero nuestra autora Ellen Duthie comparte algunas ideas en este blog.

No tengo estrategias mágicas pero sí tres casos que me hicieron reflexionar en su momento y que me parece útil compartir, y tres aspectos, uno relacionado con cada caso, que me parece útil tener en cuenta al pensar en la participación.  

1. Definición de participación.
Hay un niño, ahora con 10 años, que ha estado viniendo a cada uno de lo talleres que he hecho en Madrid desde hace unos 4 años. No se ha perdido ni uno. Insiste a sus padres en que quiere apuntarse. Es un niño hablador, cuando estás a solas con él o en contextos de juego. Se expresa muy bien, con un vocabulario amplio y con capacidad de expresar ideas complejas y de resolver conflictos con amigos mientras juega. Y sin embargo, en los grupos de diálogo apenas habla. Creo que en todos los talleres a los que ha asistido, quizás no haya dicho más que una o dos frases durante los diálogos.

Cuando su madre me pregunta si ha participado le contesto que sí, que aunque no ha hablado durante el diálogo, sí ha estado muy atento a todo lo que decían los demás y ha estado siguiendo el diálogo con interés, sonriendo y reaccionando ante lo que iban diciendo sus compañeros. Luego, la madre me dice que él le cuenta a ella todo lo que hemos hablado y qué ha argumentado cada uno y los dos vuelven a tener el diálogo en casa. Esta vez él sí participa, expresa acuerdo o desacuerdo con los distintos argumentos que ha ido escuchando y va construyendo una respuesta propia.

Hay niños -y adultos- que tienen un ritmo de pensamiento rápido y otros que prefieren un ritmo más lento. Les gusta reposar lo que leen, lo que oyen, digerirlo y luego hablarlo tranquilamente en confianza con un amigo, con una madre o un padre. Hay personas a las que no les cuesta ir construyendo sus respuestas mientras van dialogando, rectificando por el camino. Pero hay otras que prefieren, incluso necesitan, pensarlo un poco más, hacer ese diálogo de forma interna antes de pronunciarse. Este diálogo interno puede ser también parte del diálogo compartido. Puede ser también una forma -activa incluso- de participar.   

2. Dar tiempo. Una chica que vino a una serie de talleres semanales, con una timidez notable, no dijo absolutamente nada los dos primeros días. Al tercero de repente empezó a hablar, como si hubiera comprobado que esto era diferente a lo que se había esperado: que aquí, a diferencia de en otros contextos, sí se sentía con ánimos para participar. Esto me pasa a menudo y creo que tiene que ver con el ritmo del pensamiento y de los argumentos cuando se hacen diálogos filosóficos. 

En otros contextos, dentro y fuera del aula, es normal que aquellas personas que sienten cierta ansiedad social o tienen dificultades para la comunicación puedan sentirse incómodas y presionadas cuando se les hacen preguntas. A la mayoría de las preguntas que nos hacen parece hay que contestar rápido, bien con la respuesta correcta, bien con una opinión ya formada. 

Pero precisamente en los diálogos filosóficos el ritmo es pausado. No se trata de quitarse la pregunta de en medio sino de quedarse en ella un buen rato, el tiempo que haga falta. Este ritmo pausado puede resultar reconfortante precisamente para aquellas personas que frente a otro ritmo de preguntas y en otros contextos puedan sentirse intensamente incómodos y reacios a participar. 

3. Distintos modos de participación. Otro niño que algunos tildarían de poco participativo que viene a menudo a mis talleres es bastante similar en actitud al niño del caso número 1. Es un pensador silencioso. Pero lo interesante es cómo cambia su actitud en el trabajo artístico posterior a los diálogos que solemos hacer en los talleres de Wonder Ponder. Aquí se transforma y muestra mucha energía, creatividad y mucha más espontaneidad. No quiere decir que no disfrute en silencio de los diálogos. Pero siempre presto especial atención a sus aportaciones artísticas porque son fantásticas (lo son), pero también para hacerle ver que un tipo de participación no es más importante que otro y que entiendo perfectamente y veo en sus dibujos todo el trabajo que ha realizado en silencio durante el diálogo.  

Incluso durante el diálogo trato de incorporar distintas formas de participación. Hay preguntas introductorias que tienen más que ver con el relato de una experiencia propia que pueda aportar algo al tema que estemos explorando. Para algunos participar en la respuesta a este tipo de preguntas intimida menos que participar en las más puramente filosóficas. Y viceversa. Algunos no quieren contar nada propio, y prefieren centrarse en las cuestiones en sí. En este sentido presto atención y procuro hacer preguntas a cada uno de ellos del tipo que sé que les cuesta menos contestar o que les divierte más contestar. 

Creo que lo fundamental es crear un ambiente compartido agradable, estimulante y seguro para dialogar. Y no correr. No presionar. No forzar. Dar tiempo. Y disfrutar de ese tiempo en el que nos paramos a pensar juntos. 

Más información:
La serie Wonder Ponder de Filosofía visual para niños
Los títulos de la serie: Mundo cruel, Yo, persona y Lo que tú quieras
Wonder Ponder en los medios 
Blogs de Ellen Duthie: Filosofía de cuento, Filosofía a la de tres, Lo leemos así
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